La flor abrió sus pétalos, animada por la luz del sol que empezaba a acariciar con sus rayos las mañanas de aquel invierno tardío. Y fue entonces cuando se hizo el milagro: la corola se dividió en dos y cada mitad cobró vida. Con un suave aleteo al principio y una voluntad guiada por la determinación, los pétalos, ya separados del cáliz, echaron a volar.
La metamorfosis solo se da una vez en esta rara especie de flor invernal, nacida de la imaginación de un niño y de sus tizas de colores.
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