Según la ONG Plataforma de la Infancia, en 2024, el 34 % de los niños y adolescentes españoles estaban en riesgo de pobreza y exclusión social.
Víctimas de trata y abusos sexuales, utilizados para la mendicidad y explotados laboralmente, los niños y niñas siguen siendo el grupo más vulnerable.
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Fotografía de Caroline Hernandez para Unsplash |
BIENVENIDA
Despertó a la misma hora de siempre. Inmóvil, aguardó con los ojos entrecerrados e intentó concentrarse en los sonidos que le eran familiares antes de poner los pies en el suelo y entregarse a la rutina de todos los días.
Pero aquella mañana las bocinas de los camiones de reparto habían enmudecido, tampoco podía escuchar el murmullo de las vecinas que salían a tender la primera colada o el griterío de los niños en la calle.
En su lugar, el silencio, roto sólo por el trino de los pájaros, se apoderaba lentamente de la estancia junto con los primeros rayos de sol. Recordó que ya no estaba en aquella ciudad, que ya no vivía con su padre, que ya no tendría que "ayudarlo" nunca más.
Saltó de la cama, se vistió con la ropa del día anterior y sin ni siquiera calzarse ni decirle nada a su abuela, abrió la puerta y corrió hacia el río. Sintió que la brisa fresca rozaba su rostro y sus cabellos, dando alas a sus pies, que volaban sobre las hojas secas sin sentir el rasguño de las ramas ni el duro filo de las piedras.
Su oído se fundía con la voz del bosque, que le susurraba quedamente la dirección que debía tomar. Cuando llegó al río, se quedó quieta muy quieta, escuchando el rumor de las aguas, que entre salto y salto le decían: “Bienvenida”.
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